jueves, diciembre 16, 2004

Cartas

I

Debería haber bastado el insomnio perpetuo de tu silencio, la oscuridad de tu ausencia en las tardes de invierno, el duende maldito llevándose tus cartas, la pregunta morbosa invadiendo mi habitación, las canciones inútiles que no conmovieron a nadie, la agonía de los viernes por la noche, la imposibilidad de atarte a mi cama, la evidencia de mis imperfecciones, la broma estúpida de mis amigos, el arrepentimiento después de la resaca, la sonrisa de la vecina adolescente, mi torpeza para preparar el café, la nostalgia por la almohada que ocupaba tu espacio y ahora yace en el suelo, el recuerdo esquivo de tus tobillos mojados de primavera, del vértigo anhelado de tu olor, de la pelusa desprendida de tu falda, de las miradas a través del espejo mientras te maquillas, de la pereza a las cuatro de la tarde, de la casa que nunca tuvimos, de tu sexo desvelado y del ramo de rosas que no te regalé. Debería haber bastado con la certeza inequívoca de la pérdida inevitable. Sin embargo, comprenderás que algunas cosas escapan a toda lógica. Como escribir estas palabras que jamás habrás de leer.